A mí la diabetes ya me ha pillado de mayor. Cuando debuté tenía 27 años y llevaba trabajando en mi antigua empresa año y medio. Todos mis compañeros de trabajo nunca me pusieron ningún problema al respecto, al revés, todos se preocuparon por mí y fueron muy comprensivos en las primeras semanas de adaptación una vez que me reincorporé tras estar una semana de baja. Allí nunca noté ningún cambio en mi vida laboral por el hecho de tener diabetes, ni me planteé que pudiera ser un problema.
Pero aquel trabajo estaba asociado a un proyecto que duraba dos años y, transcurrido ese tiempo, tendría que buscar otra cosa. Así que pasaron seis meses más y me tocó el arduo trabajo de buscar empleo en España.
Entonces, empecé a leer que hay trabajos a los que no se puede acceder por tener diabetes, da igual lo controlado que puedas estar. Sin hacer distinciones entre pacientes y situaciones, para algunos trabajos tener diabetes es sinónimo de no admisión. Soy química y, en principio, la diabetes no es un impedimento para hacer mi trabajo, al menos legalmente, pero si soy sincera leer sobre esto me dio miedo, miedo de que no todo el mundo opinara lo mismo y que fuera a tener más problemas en buscar trabajo por esta nueva situación.
Considero que puedo realizar el mismo trabajo exactamente igual que antes, eso si, tomando alguna medida más de precaución como llevar algo de azúcar encima o comer algo si voy a realizar alguna tarea de más esfuerzo, pero ¿todo el mundo pensaría igual? Tenía claro que no iba a decir nada al respecto en ninguna entrevista, ya que no me parecía que fuera relevante, pero las afrontaba con mucho más respeto por decirlo de alguna manera.
Después de unas cuantas entrevistas, llegó la llamada que todo el mundo quiere oír pronto. Me habían cogido para un puesto en una empresa en el departamento de I + D. Justo lo que yo estaba buscando.
Después de una alegría inicial como es lógico, volvió el dichoso miedo. ¿Y si se enteraban de mi diabetes y no les hacía tanta gracias?
Antes de la incorporación me pidieron entregar los típicos papeles para comprobar que no has estado mintiendo sobre tu carrera y también tenía que rellenar unos formularios que ellos me facilitaron. Entre ellos, había un seguro de vida en caso de accidente gratuito para el trabajador. Algo que por supuesto, todo el mundo firmaba ya que era gratuito, aunque podías rechazarlo si querías. Entre otras cosas, había que decir si padecías alguna enfermedad.
Yo me planteé de todo.
Para empezar, lo primero que pensé fue renunciar a él para no escribir que tenía diabetes, pero luego pensé que eso era más sospechoso todavía, ¿por qué alguien renunciaría a un seguro gratuito?
También pensé en completarlo sin poner que tenía diabetes, pero estaba claro que se iban a acabar enterando y creo que sería mucho peor haber mentido.
Al final, decidí rellenarlo poniendo lo de la diabetes y si por eso no me iban a contratar pues ya veríamos, pero no me parecía adecuado mentir sobre algo que obviamente se iban a acabar enterando.
Total, que fui yo con todos mis nervios (aunque disimulándolos) a entregar los papeles y hablarlo con el de Recursos Humanos, y resulta que éste no le dio ni la más mínima importancia. Había estado preocupada para nada, que me alegro por supuesto, pero eso me hizo pensar, había estado durmiendo mal esas noches por ese dichoso tema y a él le dio absolutamente igual. Claro que esto no quiere decir que todo el mundo sea igual, a lo mejor otra persona sí que hubiera reaccionado de otra manera.
Así que una vez entregados todos los papeles y firmado el contrato, me incorporé a la empresa. El primer día, fue el siguiente reto respecto a la diabetes. Comemos allí todos juntos y me iba a tocar ponerme insulina delante de un montón de personas que no conocía de nada y que no sabía qué iban a pensar.
Y no es que me diera vergüenza ponerme insulina delante de ellos (eso igual me habría pasado en mi adolescencia), pero me daba cosa que pensaran que de alguna manera era más débil y que no pudiera trabajar al mismo nivel o algo así.
Me daba tanto apuro que incluso hasta me planteé ir a ponerme la insulina al baño para que nadie lo viera, pero desde que empecé he tenido claro que no me voy a ir escondiendo para ponerme insulina, bastante tengo con tener que hacerlo para encima tener que buscar un sitio dónde esconderme.
Así que, todo la tranquila que pude (aunque no lo estaba para nada) les expliqué que me tenía que poner insulina para comer y que esperaba que no les molestara, que sería rápida y que no daba cosa.
Y vino mi siguiente sorpresa, a nadie le importó. Incluso algunos empezaron a hablar de diabetes, de otras personas que conocían y que hace tiempo sí que era más lío con las agujas y los viales, pero que hoy en día era mucho más sencillo.
Y así han pasado los primeros días en la empresa donde nadie me ha hecho sentir menos por el hecho de tener diabetes, y me he dado cuenta de algo importante, al margen de lo que opinen los demás, yo no puedo ser la primera persona en ponerme limitaciones por algo que además no creo que lo tenga. Quizás algún día me toque enfrentarme a alguien que sí que opine erróneamente así, pero si yo con dudas e inseguridades transmito justo lo contrario a lo que opino, soy la primera en limitarme. Creo que lo mejor es llevarlo con naturalidad, y por supuesto que puede haber días no tan buenos por culpa de la diabetes y eso no quiere decir nada, ¿quién no ha tenido un día que haya descansado poco, o que esté un poco pachucho, o que tenga algún problema personal que hace que no esté tan centrado como otros días? Pero eso no son limitaciones para hacer bien tu trabajo en general, y desde luego la diabetes tampoco lo es.